Piccola storia di Natale
Haría, en este punto un aparte.
Para desintoxicar de tanto latin y confesarles, humildemente, una debilidad: que adoro a Louis Armstrong. Más exactamente su música.
(Cuando tengamos más confianza les diré que también a Fred Astaire, pero, no sufran, para esto todavía falta mucho.)
Sé, lo duro que es aceptar, en frío, que a alguien próximo a ti o simplemente conocido le guste, devorados por la modernidad, a éstas alturas, LA. (Así queda disimulado) Es una contrariedad y hay una cuota de daño colateral. Pues por pura cercanía aunque solo sea, por eso, el hecho te repercute; sobre todo cuando el hallazgo es negativo; en lo bueno es más improbable, se diría que el favorecerte va más lento) hasta el extremo de verte, en alguna medida, señalado. Soy consciente de la vulnerabilidad, fragilidad y tal del ser humano ante las desviaciones pero acepto que, hasta en eso, haya grados, amigo.(Y lo dejaría aquí)
Empezaremos por el principio.
A LA (ya saben a quien me refiero) lo tenía en el disco duro de la memoria en blanco y negro. Y no hacía caso. Escuchaba a The Doobie Brothers y su «Long train running» e iba tirando o, a los America, y su «A Horse With No Name» y la imagen antigua de LA, sudoroso, con la trompeta en una mano y el pañuelo,para recogerse el sudor, en la otra, seguía lejana, olvidada, sólo cuando involuntariamente o accidentalmente se me presentaba, caía en su cuenta. Como los relojes que tañen las doce campanadas de Fin de Año que nunca piensas en ellos fuera de ese día. Y encima, lo tenía considerado un plomo que al primer descuido te colocaba Basin Street Blues, Ragtime de no se quien o St. James Infirmary y eso no va conmigo.
Luego vino la película esa donde por radio despertaban a la gente a golpe de «What a Wonderful World» y dije: ¡mira el pesado ese por donde va!. El siguió por su lado y yo por el mío en una perfecta definición de lineas paralelas. Pero tenía que pasar.
Finalmente hace unos años (oigan que si se aburren lo dejo y hablo de otra cosa más divertida, o de sexo) hete aquí que en una casa de discos habitualmente frecuentada (y hablo en pasado desgraciadamente) tuvieron el detalle de obsequiar a los clientes (incluso a los malos, pues también me lo entregaron a mí) con un CD para Navidad conteniendo un surtido de canciones acordes con la celebración. No recuerdo los títulos pero aseguraría que estaban las clásicas: «White Christmas», «Jingle Bells«, «The Christmas Song» y como no, el «repelente» LA participaba con «Winter Wonderland«. Bueno, pensé (en un acto reflejo de auto defensa) te va a escuchar tu padre. (Que si quieren lo dejo, insisto, y entramos directamente en la localización del punto G.) No, pues seguimos.
Sea como fuere aquel CD llegó a casa y quedó relegado a un segundo plano en el ajetreo de la cotidianidad. Tuvo que suceder algo o es que la cosas se rigen por una dinámica ajena o independiente a nuestra voluntad que alguien lo descubriera y lo instalara en el reproductor. Y llegado su turno, en el orden de audición, me llamó tanto la atención que no tuve más remedio que constatar, ante mi asombro, por varias veces que aquel que estaba sonando era nada más y nada menos el tantas veces denostado por mi obcecación e ignorancia infinita.
En un proceso reparador de daños me acerqué a Él tímidamente. Como quien se acercara a algo con hollín o acabado de pintar; con todas las reservas a mi alcance. Tuve la suerte de topármelo en los primeros encuentros con el disco junto a Peterson, (era una forma amable de presentarnos; con Oscar de padrino pensé yo, no me fallará); más tarde Ella & Louis y la 2ª parte, no se en que orden «The Good Book» en una edición conjunta con «Louis And The Angels», entre medias algún otro trabajo y finalmente con «I’ve The World On A String» en un doble con «Louis Under The Stars» y es aquí donde desaparecieron las suspicacias y finalmente colmó mi admiración, ganó mi aprecio y respeto.
Todo este largo y duro proceso de desencuentro me lleva a recomendarles, ahora sí, a LOUIS ARMSTRONG (entero y en mayúscula) como aquel Santo que cayó del caballo, abrió su corazón y cambió de parecer. No esperen ni un día más. (Abandonen quehaceres y haciendas y salgan en su busca, es broma) Si les sirve mi experiencia acerquense a Él por el villancinco. Comiencen por ahí, ya que dentro de nada estaremos en Navidad. ¡Felices Fiestas!