No es lo mismo decir que penque Romeo, que Romeo Penque. (El rancio chiste del catálogo de los «No es lo mismo…» se entiende, si, se conoce, previamente, que en alguna cultura emergente, el verbo pencar es sinónimo de trabajar, en lenguaje callejero.)
En primer lugar señalemos como este nombre no es ni un alias, ni es inventado; existe. Tiene cara y ojos. Manos. Pies. (Valga esta descripción pormenorizada en recuerdo de una entrañable tía de un antiguo amigo, que anunciaba la adquisición de un auto por parte de un conocido, explicándolo por piezas, con todos sus componentes; «Con su volante, sus ruedas, sus asientos, sus puertas, sus…etc. para acabar con sus tó.»)
No estoy muy seguro de lo escrito en cuanto a la existencia «real» de este músico, como tal, pues visitada la fuente de datos no consigo encontrar ninguna prueba de esta veracidad, no ya entero, ni siquiera por partes. Estaré descubriendo un misterio en tiempo real, y, yo, con estos pelos?
Y, pertenecería (el potencial, por si acaso), el nombre, a otro secundario de lujo.
Al final, caes en la cuenta de que el mundo funciona, aunque a trompicones, gracias a magníficos gregarios que, no han osado dar el salto, dejar esa posición cómoda y pasiva, no por falta de condiciones, sino porque soportar el peso de la responsabilidad, requiere presencia de ánimo, especial carácter, espíritu emprendedor, y, seguramente, una ausencia de miedo al vértigo, amén de una cierta predisposición natural al riesgo, y, a los desafíos.
En cualquier caso, somos piezas de un engranaje y complementamos, con nuestra minoritaria e imprescindible aportación, el «puzzle».
Y en esas estamos.
Para más información (que además lo explica de fábula):